miércoles, 6 de noviembre de 2013

12 minutos.


La luz amarillenta del bombillo central iluminaba tenuemente la vacía habitación.
-          13 de Marzo, 1972, 11:42 PM, edificio Redrum, ala 6. Recopilación de datos, experimento 1.
-          ¿Experimento 1? – Dijo Cash con una sonrisa cansada. - ¿Acaso pretendes hacerlo de nuevo?
-          Solo es protocolo. – Contestó Centurión quitando el dedo del botón “REC” de la grabadora.
-          Más vale.
El médico entrevistador garabateó algo en un pequeño cuadernillo amarillento y continuó.
-          Ahora, Cash, me relatarás tu experiencia.
-          ¿Mi experiencia?
-          Por supuesto, tu experiencia con el… experimento.
Cash bajó la mirada a la mesa de interrogación. Sonrió con miedo. Permaneció callado mientras
jugaba nervioso con sus dedos. El silencio reinó en la sala.
-          Mira, Cash, si te niegas a relatar lo que viste, este experimento no habrá servido de nada.
-          No vi nada.
-          Algo debiste haber visto, escuchado o sentido. Te repetiré la pregunta: ¿Qué viste?
-          Mire, doctor. – Dijo Cash subiendo los codos a la mesa y acercando el rostro al de su entrevistador. – Me obligan a formar parte de un experimento inhumano, me encierran, me torturan, y más tarde que pronto me obligan a confesar lo que viví en aquél infierno.
-          Usted se puso la soga en el cuello. Le recuerdo que usted es un…
-          Asesino.
-          Convicto.
El silenció se coló nuevamente a la habitación.
-          El Estado nos autorizó los experimentos con cada uno de los convictos de la prisión. Era eso o Vietnam.
-          ¿Se supone que debería estar agradecido con ustedes?
-          En teoría. Sabía desde un principio que a pesar de todo no podíamos dejarlo morir así como así.
-          ¿Así como dejó morir a esos ancianos en Stalingrado?
-          ¿Cómo sabe usted de eso?
-          Tranquilo, doc, usted sabe perfectamente de lo que hablo. Lo que usted haya hecho en el pasado no tiene nada que ver aquí. ¿O sí?
-          El incidente en Stalingrado es punto y aparte, y aunque yo quisiera, no estoy autorizado para revelar esa clase de información. Limítese a contestar mis preguntas.
-          Oh, por supuesto que lo está, doc. Esto quedará entre nosotros.
-          Aferrémonos al protocolo.
-          ¿Por qué tiene miedo, doc? ¿Acaso le remuerde la conciencia?
-          Era parte del proyecto gubernamental, no era algo a lo que yo pudiera oponerme.
-          Y ahora le pregunto ¿Quién es más asesino que quién, los labios que ordenan o las manos que ejecutan?
El cuarto enmudeció.
-          Yo… Usted… ¿Cómo?
-          Solo conteste.
-          Ambos son igual de culpables.
-          Exacto.
-          Pero en el oficio de medicina la cosa es distinta…
-          Mire, doc, si encuentra justificación a sus actos detrás de un diploma…
-          ¡Seguía órdenes!
-          Entiendo.
-          Lo siento. Continuemos con el protocolo.
-          Claro, el protocolo.
-          ¿Qué experiencias tuvo durante y después del experimento?
-          Mientras la vida se me esfumaba lenta y dolorosamente, veía como los minutos pasaban menos a prisa, el aire en la atmósfera era más denso, y con un curioso olor a…
-          ¿Olor a qué?
-          Aceite de oliva.
-          ¿Aceite?
-          Sí. La muerte tiene un curioso olor a aceite de oliva.
Centurión garabateó algo en su libreta de apuntes.
-          Continúe.
-          Mis ojos se inyectaron lentamente en sangre, el mundo se comprimió en un curioso color carmesí. Y entonces lo vi. Sentado en el trono cósmico, estaba el Tiempo. Anciano, cutre, decrépito. Las cuencas de sus ojos estaban vacías, su boca era protuberancia negra de la que chorreaba el líquido seminal de la vida. Entonces, de su cadavérica pelvis comenzó a escurrir sangre. El plasma vital escurrió por el piso de la habitación, la galaxia, y de aquella sopa viscosa creció una flor. El vegetal se fue desarrollando a paso acelerado y de él brotó la madre tierra.
-          Dios…
-          La Madre Tierra se puso de pie y comenzó a beber aquél líquido que le chorreaba al Tiempo de los labios. Cuando terminó aquél curioso ritual, la Madre ya estaba preñada. – Cash hizo una pausa antes de continuar. – Tardé en comprender, doc, pero la historia del universo estaba frente a mis ojos, como una película de baja de calidad ¡Y era yo el espectador! 
-          Fascinante.
-          Más que eso ¡Era magnánimo, apoteósico! Si hubiera visto… No puedo describir lo que vi a continuación.
-          Intente.
-          ¿Por qué no me relata lo que ocurrió en Europa?
Centurión se retiró los anteojos en señal de impotencia.
-          Mire, Cash…
-          No tiene por qué contármelo, ya lo sé. Ahí, entre toda esa escena maquiavélica, pude ver la historia de la humanidad, entre las finas líneas de las que dio a luz la Madre, pude alcanzar a ver sus pecados de guerra, doctor.
-          Mire, si intenta asustarme…
-          Inyectar potasio a un niño con albinismo solo para ver qué ocurría ¿No le parece una abominación?
-          ¡Era en nombre de la ciencia!
-          Muchas cosas se han hecho en nombre de la ciencia, así como también en nombre de Dios o en nombre de la Paz.
-          ¡Son cosas totalmente opuestas, usted no entendería!
-          Oh, doc, claro que entiendo. YA entiendo. – Cash rio entre dientes. – Ahora contésteme ¿Cómo me liberó de ese letargo previo a la extinción total de mi vida al que usted y sus simios capitalistas me indujeron?
-          Entre los planes estaba….
-          No, doc, no me refiero a qué estaba entre los planes, me refiero a CÓMO lo hizo. Es más, ¿Consiguió siquiera revivirme?
-          ¿Qué clase de pregunta estúpida intenta formular? ¡Por supuesto que sí, maldita sea!
-          ¿Está seguro?
-          Bueno, nosotros…
-          Contésteme, doc, ¿Cómo llegamos a este lugar?
-          Yo… No recuerdo.
Cash volvió a sonreír entre dientes.
-          ¿Sabe siquiera dónde estamos?
-          Sí… Estamos en…. Edificio Rudrem, ala 6.
-          El edificio Rudrem no tiene ninguna ala 6.
-          Mire, Cash….
-          Regreso a mi pregunta anterior. ¿Cómo me despertó?
-          Nosotros…. El experimento… El estado de letargo solo era momentáneo, nuestras teorías…. Si todo marchaba de acuerdo al plan, usted regresaría a la vida en no menos de….
-          ¿Sabía, doc, que el cerebro mantiene la actividad cerebral por 12 minutos después de la muerte?
-          Sí.
-          ¿Sabe cuánto tiempo llevamos en este lugar?
El doctor Centurión echó un vistazo a su reloj de pulso.
-          Alrededor de 10 minutos.
Cash mantenía una sonrisa de oreja a oreja.
- Dígame, doc, ¿No sintió dolor?
- ¿De qué mierda hablas? - vociferó Centurión perdiendo la paciencia. 
-          Que tenga dulces sueños, Doctor Centurión.


El mundo comenzó a teñirse de un rojo carmesí ante la vista atónita de Centurión. La habitación en donde se encontraba se había esfumado por completo, ahora estaba en ningún lugar, perdido. Vio a una abominable figura sentada en una cutre silla de madera, el hombre estaba tendido en ella, casi recostado. El sitio donde debían estar los globos oculares estaba vacío, la boca era una cuenca protuberante de la que corría un líquido seminal. Entonces, de la cochambrosa escena brotó un curioso olor a aceite de oliva.