Me dejaste un beso
en el sofá,
una lluvia de
sueños en la cocina,
un insulto en mi
bocina
y el juramento de
no volver jamás.
Olvidaste las
promesas que nunca cumpliste,
la retoña mancha
del adiós,
Un vaso de whisky
para dos,
Y los te quiero
que nunca dijiste.
Me dejaste en
deuda con la vida,
una hipoteca de
realidad,
un soplo amargo de
libertad,
y unas ganas
desaparecidas.
Olvidaste un gran
trozo de ti,
20 poemas y una
canción desesperada,
una nota de perdón
en la entrada
que ponía algo así
como un «me fui…».
Dejaste los buenos
momentos,
te llevaste mi
media verdad,
me dejaste solo
tempestad,
y la historia a
cuajos de fragmentos.
Te robaste lo
mejor de mí,
dejaste al hombre
que ahora soy,
cambiaste el rumbo
a donde voy
y todo lo que tuve
y perdí.
—¿Y por qué no la vas a buscar?
Correría tras ella
si pudiera,
pero acepto mi
destino grosero
porque tanto es
que la quiero
que por eso dejé
que partiera.