lunes, 1 de julio de 2013

Campeón.


-¿Qué crees que haces? - le gritó mi mente a mi cuerpo. - ¿Qué crees que estás haciendo, por qué te detienes?
- Ya no puedo más. - Contestó éste con sus pulmones necesitados de aire. -Estoy agotado. 
- ¿Pero qué estás diciendo?
- Lo siento, me han golpeado, estoy estropeado, el dolor me invade, el oxígeno me hace falta,  necesito agua, ya no tengo energía...
- No me digas que arrojarás la toalla ya.
- No me queda de otra. Lo siento.
- ¿Este es el fin? ¿Y las promesas que te hiciste cuando eras un niño? ¡Dijiste que lucharías por ser el mejor!
- Eramos niños en ese entonces ¡No sabíamos lo que estábamos diciendo!
- Claro que sí lo sabíamos: Soñábamos.
- Exacto, eran simples sueños. 
- ¡No! ¡No eran simples sueños, eran más que eso! 
- Eran fantasías de un pequeño crío.
- ¡Era más que eso, eran anhelos! ¡Deseos! Deseos que nos trajeron hasta donde estamos ahora. Deseos que nos motivaron, que te hacían correr cada mañana, entrenar cada tarde, pelear cada noche. Eran anhelos que nos impulsaron, cada bocanada de aire era polvo de una estrella que se guardaba en el corazón y que nos acercaban hasta nuestra meta: Estar aquí esta noche. 
- ¡Lo haces parecer tan fácil! ¡Te recuerdo que fui yo el que sufrió las horas de explosivo entrenamiento, los castigos, las lesiones, no tú!
- Oh claro que sufrí. Sufría con las noches de insomnio, con el estrés, sufría con cada obstáculo físico que se me presentaba y que no podíamos superar, sufrí con cada maldita derrota, sufrí, sufrí, sufrí. Pero fue eso, esa estúpida promesa la que me mantuvo en el juego, esa promesa, ¡La de ser campeón! ¡Y por eso estamos acá!
- Pero esto es diferente, por más que yo quiera yo ya no puedo.... ¿Qué estás haciendo? 
- Si tú ya no quieres responder tendré que hacerlo yo.
- ¡Mis funciones no son de tu incumbencia! ¡Te ordeno que me dejes ahora, concéntrate en lo tuyo y yo me concentraré en lo mío!
- Claro que me concentraré en lo mío, ¡Cuando salgamos de aquí con la victoria!
- ¡Tú no sabes el daño que nos harás, nuestros niveles de azúcar son bajos, estamos al borde de la deshidratación, si seguimos peleando podríamos morir!
- Lo sé, pero también podríamos ganar. 
- ¡Nos vas a matar, olvida esa estúpida promesa!
- ¡No! ¡Mucha gente nos apoya esta noche, mucha gente cree en nosotros, y lo menos que podemos hacer es creer en nosotros mismos! Los años han pasado, los planes y los motivos para hacerlo también, pero la meta es la misma. Hemos llegado hasta acá, hemos tropezado en el camino, pero al final estamos acá, no desperdiciaré esta oportunidad sólo por que tú te rehúsas a continuar. Saldré a pelear, saldré y le demostraré a todos esos que se burlaron de nosotros de qué estamos hechos. 
- ¡Estás loco! 


- Se está poniendo de pie ¡No lo puedo creer! Después de ese golpe que lo sacó de la pelea el retador se está poniendo de pie. - Dijeron los comentaristas deportivos con suma emoción.
El referí se acercó a él y lo tomó de los guantes.
- ¿Puedes continuar? 
El retador lo pensó un segundo y recordó aquellas palabras: "Cuando mi cuerpo me dice que me detenga, es mi mente la que me dice que siga luchando". 
- Sí. Puedo continuar. 
Subió la guardia, miró al cielo y clavó la vista a su rival y recordó. 

- ¡Seré el campeón, papi, te prometo que seré el mejor! - Se vio a sí mismo de 6 años. - Seré grande y fuerte.
 Su padre lo tomó en sus brazos y le dijo.
- Claro que sí, hijo, aunque para mí tú ya eres un campeón. 

Volvió a la realidad. Estaba allí frente a millones de personas. Cerró el puño dentro del guante y se lanzó con decisión y valentía contra el hombre que lo había mandado a la lona anteriormente, ignorando que al amanecer el día siguiente, los periódicos de todo el globo elogiarían su nombre como el dueño del cinturón que lo proclamaría como el nuevo campeón del mundo. 

1 comentario:

  1. Gran historia, gran momento y una única motivación :)
    Y.E

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